miércoles, 12 de mayo de 2010

La autoridad cuestionada


Artículo publicado en el peridiódico número 70 de la Adopción de Adoptantis.


Vivimos una época en que los hijos desafían, con más éxito que nunca, a padres inseguros o temerosos.
María tiene 15 años. Para estar a tono con sus amigas quiso hacerse un piercing. El pendiente en el ombligo fue tema de discusión en casa una y otra vez. Y la decisión de sus padres, terminante: ¡No! Indignada, María juntó valor y a escondidas de los progenitores se hizo colocar su deseado pendiente plateado. Sus padres se enteraron por casualidad, y tarde, con el hecho consumado.
Facundo tiene 4 años y cada vez que pasa por una tienda quiere una golosina distinta. Se planta en la acera y la exige a gritos. Su mamá, que le sigue el paso cargada con las bolsas de la compra, intenta adelantar un "no", pero Facundo insiste. La mamá explica, elabora los motivos de su negativa, pero no logra disuadirlo. Desplegando toda su estrategia, Facundo se tira al suelo, grita, llora y patalea.
Sordos y enmascarados. O taladrantes y persistentes. El permanente desafío de los chicos (y no tan chicos) a la autoridad es moneda corriente para los padres de hoy.
"Los chicos ya no son lo que eran". "Antes éramos más respetuosos". "Yo nunca me hubiera atrevido". "Antes, estas cosas no pasaban". ¿Quién no ha escuchado lamentos como éstos últimamente?
Tal vez sea necesario analizar la dinámica que se produce en cada casa, colegio o situación en la que conviven adultos y menores. Una necesaria relación de poder en la que unos deberían construir una sana imagen de autoridad y los otros, respetarla.
Cuando alguien (chico o grande) se atreve a desafiar a otro, es porque cree que tiene posibilidades de ganar en esa especie de pulseada imaginaria que se da en la relación. Y si hablamos de chicos desafiantes e hiperestimulados, por un lado, y de adultos agotados (por su pareja, su trabajo, su aspecto físico, sus proyectos personales y el poco tiempo disponible), por el otro, las posibilidades de que los primeros ganen serán muchas.
"No creo que los chicos sean más desafiantes que antes. Cuando yo era chico pataleaba. Y mis amigos también. Pero si un chico se pasaba, recibía una reprimenda (a veces, con cachetazo incluido) que no olvidaba jamás", sostiene el doctor Marcelo Viñar, médico, psicoanalista, ex presidente de la Federación Psicoanalítica de América Latina (Fepal) y ex presidente de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay. Y, si bien aclara que no propone volver a la violencia física, deja entrever una idea que también suscribe la licenciada Elvira Giménez de Abad, psicopedagoga,y orientadora familiar: "Antes era «no» y no se discutía. Tampoco eso era bueno… Pero ahora nos fuimos del otro lado".
En una época en que los mayores no se hacen de tiempo suficiente para dedicarse a sus hijos, acompañarlos en su crecimiento, buscar nuevas estrategias y reflexionar sobre el vínculo, algo está funcionando mal en la relación con los chicos.
Confrontación saludable
"Los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres", afirmó el sociólogo Max Weber. Y los tiempos actuales parecen condicionar más que nunca las relaciones familiares. "Las familias no viven encapsuladas en una burbuja –dice Viñar–. Viven abiertas a los medios, con una mayor interpenetración entre el espacio público y el privado. Hoy, si un padre trata de decir algo, ese discurso será avalado o contrarrestado por lo que aparece en los medios."
Entonces, la confrontación no sólo es necesaria, sino deseable. "Cuando hay hostigamiento y descalificación, la confrontación puede ser destructiva; pero las diferencias pueden ser tratadas de modo respetuoso", reflexiona Viñar.
Los momentos de enfrentamiento dentro de una familia –que existen y son saludables– no son episodios únicos, como cuando uno enciende una cerilla, que se apaga enseguida, sino que refieren a una historia: hay un momento de irritación que forma parte de una secuencia. Y es en la secuencia donde el enfrentamiento puede ser fecundo, cuando hay esclarecimiento y cambio de actitudes.
Claro, el resultado puede ser nefasto cuando todo termina en una ruptura o en un silencio. "La vida siempre es chisporroteante y contradictoria; en general, hay que tomar las zonas de malestar como zonas para trabajar, para pensar en conjunto, para hablar una, dos, diez veces. Porque lo que no se entiende el primer día o el primer mes, a veces se entiende al año siguiente. Hay conflictos que parecen insufribles y, al tiempo, han desaparecido", concluye Viñar.
Pero a menudo vemos padres incapaces de imponer límites. "La autoridad de los padres muestra fragilidad porque también las instituciones están frágiles. Un ejemplo: antes, el maestro siempre tenía razón; ahora está continuamente cuestionado", sostiene Giménez de Abad.
Ese cuestionamiento ya no es sólo de palabra. Situaciones como festejar el fin de curso cometiendo desmanes en el colegio, hechos de violencia física contra los docentes y desautorización de directivos ya no sorprenden a nadie.
La especialista en educación María Paula Pierella bucea en los modos en que la institución escolar intentó establecer un modelo más democrático y participativo después de la dictadura que finalizó en Argentina en 1983. Según su visión, en esta búsqueda los docentes abandonaron el lugar "del que sabe" para ocupar un rol secundario, de acompañante o facilitador del aprendizaje. Así, se comenzó a dudar del maestro, a denunciarlo como coartador de la libertad del alumno. Y su autoridad se desdibujó.
Para Diana Mindlis, psicoanalista, el problema es que los adultos –padres, docentes o familiares– han perdido su lugar: "En este tiempo, las diferencias entre menores y mayores se han desdibujado. En los medios, los chicos aparecen como grandes en miniatura. Y en la calle, el modo de vestir es prácticamente el mismo. Como adultos, nuestra responsabilidad es volver al sentido de los límites. Y los límites se logran cuando el adulto rescata su función crítica y orientadora a través de la palabra y abre un espacio de reflexión, de pregunta y de relato posible. Si el adulto toma su lugar, el niño y el adolescente retomarán el suyo".
Viñar prefiere presentar esta idea con una imagen. "El chico, para salir al mundo, traspasa ciertas puertas que deben estar cerradas y custodiadas por el adulto y que deben presentar alguna resistencia. Porque si la pasa sin esfuerzo, el envión que toma previendo la resistencia le puede provocar serias heridas." En síntesis: es tarea del chico desafiar y es tarea del adulto resistir.
Ahora, así como la provocación se presenta para los chicos como un acto instintivo, para los adultos la autoridad se debe ejercer de un modo consciente y con esmero.
"Los papás necesitan reflexionar sobre las cosas a las que dirán no siempre y sobre aquellas a las que siempre dirán sí. Porque al chico le perturba esa falta de seguridad –explica Giménez de Abad–. El hábito de decir que sí para sacárselo de encima y después, cuando se lo piensa mejor, cambiar de idea y decir no, es perjudicial. Lo que el chico necesita son pautas claras."
Los especialistas coinciden: es normal que un chico intente vulnerar la voluntad del adulto. Pero el adulto que mantiene su postura brinda seguridad, protege y ofrece un marco adecuado para el crecimiento.
El miedo a los hijos
Probablemente sea, para muchos, el temor a viejos fantasmas –gobiernos autoritarios, padres represores– lo que impide tomar las riendas de la educación de los hijos.
"No es bueno mezclar todo en la misma bolsa", matiza Viviana Martínez, ex docente y mamá de una adolescente. "Las dictaduras nos dejaron el miedo al autoritarismo, a la arbitrariedad, a la impunidad. Pero la autoridad no es mala, sino necesaria y ordenadora. En una familia, las reglas las ponen los adultos y los menores las cumplen. Porque la familia, aunque tenga diálogo, es un sistema jerárquico, no democrático. Los hijos y los padres no somos iguales, y eso no significa ser autoritarios, sino reconocer las responsabilidades de cada uno."
Uno de los efectos más comunes cuando se intenta evitar el autoritarismo es que los padres justifican cada negativa.
"Explicar, sí. Abundar, no –previene de Abad–. Es mejor decir «esto no porque te hace mal» y no dar una explicación que dure tres horas. Pasado el momento de crisis, los chicos terminan abandonando la lucha. No habrá pelea si no hay contra quién pelear."
Tanto tiempo de flexibilidad parece haber hecho mella en los padres. "No queremos hacer de malos, queremos que todo fluya… y la verdad es que lo único que se consigue es confundir a los chicos", reconoce Martínez.
Y si de confusión hablamos, los padres del nuevo siglo parecen tanto o más confundidos que los propios hijos. La inseguridad sobre el propio rol y el temor a no ser respetado es hoy un rasgo común.
"Llegué a casa y encontré a mi hija junto a dos amigas, tomando alcohol", cuenta una mamá, que pide reserva de identidad. "Tenían una fiesta, pero, francamente, no estaban en condiciones de salir en ese estado. Lo primero que sentí fue inseguridad sobre qué pasos debía dar. Sólo cuando consulté con las otras madres decidí prohibirles salir. Fue duro darme cuenta de que no me animaba a imponerme a tres chicas de 17 años y a decirles lo que el sentido común indicaba. Creo que tenía miedo de que no me hicieran caso."
Claro, nada garantiza que no habrá una pulseada por el poder. "Cuando Federica se dio cuenta de que nosotros, sus padres, podíamos tener ganas de salir solos o con amigos, comenzó a empeñarse sistemáticamente en evitarlo –cuenta Viviana Susena, madre de Federica, de 8 años, y de un varón de 3–. Sus recursos fueron varios: dolores inventados, ilusión de una comida «especial» para tres, lágrimas conmovedoras... Más de una vez tuvimos que interrumpir una cena para atender sus llamadas: en una de ellas nos dijo que estaba llorando, abrazada a una foto nuestra."
Acuerdos
Los chicos siempre encuentran la estrategia adecuada para vulnerar la voluntad de sus padres, parece. "El niño siempre empujará el límite para ver si lo puede desplazar un poquito –explica Giménez de Abad–. Y habrá momentos en que lo logrará. Pero ese comportamiento no puede convertirse en regla."
A medida que el tiempo pase, habrá que revisar los acuerdos. Será en esos momentos (por lo general, dados por el crecimiento o por cambios externos) en que se impondrá la necesidad de actualizar los compromisos mutuos. Y para detectar cuándo es necesario corregir el rumbo, la primera instancia será aprender a escuchar. Los padres suelen decir: "Yo siempre hablo con mi hijo". Pero no se trata sólo de hablar: lo ideal es conversar, haciendo especial esfuerzo en escuchar de manera atenta. Como bien marca Giménez de Abad, lo llamativo de esta época no es que los jóvenes no quieran escuchar a sus padres –cosa que siempre ha ocurrido–, sino que los padres no se hagan un tiempo para escuchar a sus hijos.
El pendiente en el ombligo está ahí, frente a ellos. Padre y madre, que lo habían prohibido, se indignan. Pero el piercing es un hecho. ¿Qué hacer? Después de consultar a una especialista, quien les recuerda que ellos son la autoridad, el papá y la mamá de María la llevan a la consulta del pediatra y se lo hacen quitar.
La mamá de Facundo también duda. Ella no tiene una especialista a quien consultar. Sólo se encuentra con otros adultos que la miran con vergüenza ajena. ¿Qué hacer? ¿Puede uno dejarse ganar por el berrinche de un chico de 4 años? Tres bolsas en una mano, cartera y mochila colgando del hombro, la abuela esperando en casa… "Ma sí, comprate lo que quieras." Facundo reabsorbe sus lágrimas y se lleva, con sonrisa triunfante, una bolsa de patatas fritas, una chocolatina y dos caramelos.
Establecer límites, contener, y a la vez imponerse. Una tarea trabajosa, que requiere esfuerzo, reflexión, paciencia, amor y constancia. Es bueno recordar que los límites que no se impongan en casa se recibirán desde afuera (la maestra, el profesor, el celador, la policía) y por lo general, de un modo más violento.
Hacer lo que ellos quieren o hacer lo que se debe… ésa es la cuestión. "No queda otra salida que hamacarse con los recursos de a bordo y navegar –remata Marcelo Viñar–. No hay que renunciar a navegar. Hacerse cargo es la única respuesta posible para los adultos."
Laura Leibiker - Leonardo Blanco

9 comentarios:

  1. Pienso que el artículo, esta buenísimo y se encuentra en lo cierto. Ahora los niños hacen lo que quieren con los mayores, a veces piden permiso y a veces ni siquiera lo hacen (en el caso de María). Con respecto a Facundo, creo que todos los niños hacen el mismo escandalo o escena, hasta conseguir lo que quieren. Recuerdo que cuando yo era pequeña, las cosas no estaban como ahora, pero tampoco como contaba Marcelo Viñar, y coincido en que tampoco tiene que ser con tanta agresión física, pero si poner un límite, porque todo se nos ha ido de las manos (a la sociedad). Yo no soy mama, pero tengo una prima de cinco años que hace lo que quiere con quien quiere, cosa que yo no hacia. Creo que la mayoría de los niños el respeto, ya no lo conocen, y que nosotras tenemos que cambiar ésto, desde nuestro lugar y con la ayuda de los padres, y de la sociedad en sí.

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  2. Ahora los niños y adolescentes hacen lo que quieren, con sus padres, abuelos, maestros.Hay niños que hacen escándalos porque sus padres selo permiten, ya que para que no lloren les dejan hacer lo que quieren, la mayoría de los casos se registran en casas en donde trabajan los padres todo el día y cuando vienen como se sienten culpables de dejarlos en vez de reprenderlos le dejan hacer lo que quieren compensando su ausencia.
    Como dice Débora cuando era niña las cosas eran distintas, era "no y se acabó" la conversación.
    La culpa de que no haya rtespeto, ni valores viene de la casa, los niños reproducen lo ve ven y escuchan, hay que inculcarles siempre el respeto por todos, no solamente por la gente mayor, y maestros.
    Todo empieza en la casa, los docentes no pueden arreglar todo, de que sirve que le inculquen valores si cuando llegan a su casa se olvidan de todo, es una tarea compartida de docentes, padres,etc.
    No todo se soluciona poniendo límites, y castigos.

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  3. cristina novoa de 2do2da27 de mayo de 2010, 17:04

    esta muy bueno el articulo y cuanta verdad tiene lo que dice hoy en dia los niños no es que hacen lo que quieren si no que se han cambiado los valores y tembien las formas de vida , antes los chicos tenian mas pocibilidad de imaginar que los chicos de ahora que estan cargado con un monton de informaciòn pienso que es poreso

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  4. Melina Zuvich 2º 2ª28 de mayo de 2010, 12:58

    "Los chicos ya no son lo que eran". "Antes éramos más respetuosos". "Yo nunca me hubiera atrevido". "Antes, estas cosas no pasaban". ¿Quién no ha escuchado lamentos como éstos últimamente?....
    Los tiempos de antes no son los mismos de ahora, es verdad que el "NO" no esta del todo bien, como también el extremo de ahora no esta bien, pero creo que la autoridad de un padre no pasa por lo malo,los tantos NO que pueda decir o las retadas elevadas que pueda hacer, pasa por un respeto que los hijos (esto lo digo como experencia personal), tienen a los papás por ser quienes sosn, en mi caso siempre respetaban lo que decía yo, lo que pensaba yo desde muy chiquita, y no todas sus respuestas eran NO muchas veces tenían que decirme que SI aunque no quicieran para que yo entendiera ese NO cuando realmente tuviera fundamento lógico, por supuesto que muchas veces no estaba de acuerdo y me enojaba pero no me atrevía a decir naada y no solo yo mis hermanos tampoco, (somos 5 y todos muy distintos). Creo que se trataba de que mis papás nos demostraron mucho amor y respeto hacia nosotros y nosotros como respuesta los respetabamos a ellos por desición, más que desición fuimos creando convicciones en nosotros que tenían que ver con estos valores.
    El respeto de los hijos hacia los padres muchas veces tiene que ver con la importancia que los hijos le brindan a los chicos, cuánto realmente te importan...Nosotros eso lo sabemos (lo digo como hija), nos damos cuenta, lo podemos sentir.

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  5. Marcela Martínez28 de mayo de 2010, 13:03

    Los hijos y los padres no somos iguales cada uno tiene su rol y debe asumir las responsabilidades que eso implica. La familia es el primer contexto social en el que el niño se desenvuelve y es allí donde aprende a convivir en sociedad. Aprende una estructura de jerarquías dadas entre padres e hijos que no debe confundirse con autoritarismo. Creo plenamente que las normas de convivencia en una familia, ordenan y dan libertad, son como reglas de juego dentro de las cuales uno se puede mover libremente. Los límites deben existir dentro de una familia y fuera de ella y eso tanto el niño como el adolescente lo saben. Los límites ordenan, contienen, liberan,... El hecho de decir que antes las cosas eran diferentes es verdad, pero ahora han cambiado y nosotros debemos cambiar y tratar de buscar las estrategias necesarias que se adapten a cada niño, a cada situación, a los diferentes contextos y a esta época. Creo que todo se queda en un facilismo que no colabora con la sociedad que todos buscamos. Debemos guiar, contener, escuchar, tolerar, acompanñar y amar mucho lo que nos comprometimos como adultos asumir: nuestros hijos, nuestros alumnos, nuestras decisiones...

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  6. Ornella Vita, 2° 2da7 de junio de 2010, 11:54

    La verdad, me encantó el artículo, ya que es una realidad que se vive hoy en día, y una realidad difícil. Hoy en día los niños están más rebeldes que nunca, y lo único que pienso es que los responsables son sus padres. Si un niño como Facundo te hace un escandalo en la calle, no es la primera vez seguramente, porque si la primera vez que lo hizo recibió un castigo, ese niño no lo hace nunca más.
    Lo peor que puede hacer un padre es imponer un castigo, y luego olvidarse o hacerse el tonto. Los castigos se cumplen, entonces el niño no lo hará más porque se dio cuenta que sus papas lo cumplieron, en cambio si una madre pone un cástigo a su hija/o y luego el niño hace lo que quiere, probablemente ese niño, seguirá haciendo lo que quiere, y no solo de niño; de adolescente también, y ahí vienen los problemas más graves.
    Recuerdo cuando era chica, yo era muy callejera y quería salir a la siesta, pero mis padres nunca me dejaban ya que decían "Ornella, ya te he dicho que a la siesta salen las víboras nada más", yo pataleaba, hacía mis espectaculos como todo niño, pero el NO, era el NO, y no había que discutirlo, sino se venía el castigo. Ahora agradezco la educación que me dieron mis padres, y agradezco también varios chirlos que recibí, ya que pienso que esos no se olvidan más.
    Con esto no digo que hay que ser super estricto, sino que hay que ser un punto medio, ni demasiados estrictos ni demasiado liberales, porque sino los niños hace3n lo que quieren, y así no debe ser.
    Lo repito, me pareció un escelente artículo, y estoy totalmente de acuerdo con lo que dicen mis compañeras.

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  7. Lindos comentarios. Si entiendo bien lo que dice Melina, los hijos respetan a los padres, cuando los padres respetan a los hijos. Primero los padres, después los hijos. Como en el video de Niño ve, niño hace. Tal vez estemos muy desorientados quejándonos de los chicos; somos los adultos los que estamos desubicados....

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  8. El tema de la autiridad se torna espinoso, es un tema de debate, ya que hay puntos en el ejercicio de la misma, que no le pertencen en exclusividad ni a los docentes, ni a los superiores (ni a los padres; porque gneralmente se caen la imposición de voluntades arbitrarias, sin derecho al pataleo; o por el contrario se deja al libre albedrío a los actores, sobre todo a los menores, y esta desubicación hace que los roles dejen de ser funcionales.
    El tiempo nos juega en contra ya que no hay tiempo para dedicarle a la familia, a los hijos: con padres regargados de trabajo y con grandes sentimientos de culpabilidad., que tratan/ mos de acallar con conseciones la mayoría de las veces perjudiciales para los niños. Con docente sobrecargados y con una visión distorcionado de lo participativo y democratico ilusionados con una autonomía cuya base es la inseguridad del niño.
    No se si al hablar de autoridad del que sabe se puede decir que decayó porque ahora es un docente facilitador del aprendizaje, tal vez hubiera sido una instancia mas provechosa no desperdiciar el tiempo de transición.
    Es verdad que la dictadura dejo sus marcas en toda la sociedad argntina,sobre todo en aquellos que tenian bien enraizado el tema de la autoridad y empezaron los cuestionamientos de hasta que punto dejaba de ser autiridad para ser autoritarismo. Sinceramente creo que para los niños(y no tan niños) los limites deben existir porque estan en juego muchas cosas: la convivencia, el orden, los valores hasta la identidad de aquellos que estan inmersos en aquello que se podria llamar descontrol.
    No podemos perder de vista el hecho que es el niño el primero en pedir que pongamos limites a sus berrinches, porque tambien es una manera de contenerlos.

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  9. Esta muy bueno el articulo y estoy de acuerdo con que el pensamiento de melina donde dice "Los chicos ya no son lo que eran”.
    Es una realidad fuerte que se esta viviendo pero yo no creo que la culpa la tengan los niños por que los niños son el calco de sus padres. Cada niño sigue el ejemplo de sus padres y si el padre le permitió una vez hacer el escándalo que hozo facundo por ejemplo lo va a sguir haciendo por que al no recibir un reto o un castigo el niño lo ve como bien.
    El respeto también se enseña pero en la casa día a día. Uno tiene que enseñar a los niños a respetarse y respetar a otro para que esto cambie. El valor para mi viene por el amor que recibe de los padres, es lo que va a brindar.

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